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Mostrando las entradas de abril, 2020

Manguinhos

A veces me levanto extrañando Manguinhos y su agua salada, pero sin olas. Extraño acostarme con el mar tapándome los oídos y los ojos disfrutando el cielo azul clarito. Con los oídos bajo el agua surgen las mejores ideas porque sólo sigo el ritmo de mi corazón latiendo. No sé si las mejores ideas, ahora que lo pienso, las más sentidas al menos. Extraño que el agua me enrriede el pelo, y más que todo enrredarme en pensamientos. Siento que en Manguinhos te conocí, pero en realidad en Manguinhos me conocí a mí. Extraño el muelle y el cielo en esos atardeceres en los que el sol se vuelve luna.

De mis favoritos I

Empecé a escribir cuando no sabía por qué lo hacía; como método de descarga, o de autodescubrimiento, tal vez. Así el papel se volvió espejo, como un reflejo de lo que callo. ¿Es difícil contentar a un corazón que esconde sus latidos en papel? Puede ser. Me convertí en mi propia bitácora de este viaje que es vivir. Más difícil me resultaría tenerme cautiva.

Sin títulos IV

Me gustaba más cuando éramos vos y yo, y no todas las cosas que pasaron en el medio.

Pernambuco

Me gusta mucho escribir al aire libre, sentir el viento. Nunca fui sinónimo de encierro. Un día mi hermano me dijo, ¿Y por qué no escribís sobre algo que te gusta? Y entre cuerdas y vaivenes apareció Pernambuco. Lo describí en portugués y en mil formas, pero no hubo caso, nació para ser sólo mío. No perfecto, tampoco arte compartido, mío. En su penumbra encontré respuestas, escondidas, transeúntes. En tu mirada encontré preguntas, descriptas de la misma forma. Lo que pasa es que no puedo dejar de escribir, y ahora no encuentro el encierro.

De mis favoritos

Como cuando con una mirada alcanza para decirte todo, y entre abrazos encontré lo que ni sabía que buscaba. Como cuando te das cuenta que vale la pena leer acompañado, y hasta el cielo se vuelve un compañero. Y das mil vueltas como cuando no podés dormirte aunque pareciera que ya no te hace falta, porque estabas soñando desde hacía rato. Como cuando haces de cuenta que es un secreto, pero la sonrisa te delataba desde incluso antes que empezaras a pensarlo. Porque entre tu vida y la mía no hay tanta diferencia, sólo nos diferencia eso de como cuando me di cuenta cómo era que yo quería vivirla.

Atardecemos

Nada me alegra tanto como el desayuno; capaz a eso lo heredé de mi papá. Nada me alegra tanto como la merienda, capaz porque se acerca el atardecer, y puedo ver al sol mezclándose con la luna. Todo se vuelve color pastel, y yo sólo espero el momento en que vuelva a suceder.

Contando lunares

Me gustaría que los lunares fuesen historias; le pediría al tiempo que pase más lento porque no me alcanzaría una vida para vivirlas todas. ¿Y si fuesen abrazos? Probablemente se quedarían pegados a tu puerta esperando a ver si salís. Qué pasaría si los lunares fuesen sinónimo de elecciones, de sueños, de oportunidades. A veces imagino qué pasaría si se volviesen de plastilina; podría sacarme alguno y dárselo a otro. Me pregunto si realmente necesito tantos.