Atardecemos

Nada me alegra tanto como el desayuno; capaz a eso lo heredé de mi papá.

Nada me alegra tanto como la merienda, capaz porque se acerca el atardecer, y puedo ver al sol mezclándose con la luna.

Todo se vuelve color pastel, y yo sólo espero el momento en que vuelva a suceder.


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