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Mostrando las entradas de septiembre, 2020

La corteza

Hoy me voy a dormir con un dejo a amargo, la amargura de a veces perdonarlo todo tanto. De estar eligiendo equivocado, y convencerse de que lo real es transformar esa equivocación en expectativa. Y permanecer ahí. Poder sentirlo, vivenciarlo, y de igual manera elegir seguir ahí. Por valentía o por convicción, o tal vez por miedo a dejarte ir. Si pudiésemos escuchar el sentimiento de unas horas después antes del impacto, toda corteza se volvería más dura, porque no habría grietas para dejar pasar lo que de algún modo debe irse. El error siempre estuvo, y con el error vino el poder. El poder de elegir, de sanar, de reconocer los espacios que queremos habitar. Y de recorrerlos. Porque las elecciones correctas sólo atraviesan la corteza cuando el sentimiento se vuelve permeable, y ahí nuestro interior sana.

Sin título V

Cuando estoy mal me escapo a algún recuerdo donde fui feliz, donde estaba en paz. Así todo se vuelve difuso, fantasioso, pasajero.

De mis favoritos II

El otro día me preguntaba por qué será que me gusta tanto perderme. Quizás sea porque disfruto del hallazgo de encontrarme, de llenar esos vacíos que huelen a duda. Ya es la madrugada y estoy sola, sentada en un rincón de la cama. Y siento paz. Llenar el vacío no tiene por qué implicar cargarlo con más cosas, no? A veces viene bien frenar un poco, posicionarse, usar esas angustias de escalón; dejar que las angustias se vuelvan incógnita, y que tantas preguntas conversando resulten en un nuevo yo. La síntesis de mi realidad hoy huele a duda, y esa duda no tiene por qué ser sinónimo de callejón sin salida.