La corteza
Hoy me voy a dormir con un dejo a amargo, la amargura de a veces perdonarlo todo tanto. De estar eligiendo equivocado, y convencerse de que lo real es transformar esa equivocación en expectativa. Y permanecer ahí. Poder sentirlo, vivenciarlo, y de igual manera elegir seguir ahí. Por valentía o por convicción, o tal vez por miedo a dejarte ir. Si pudiésemos escuchar el sentimiento de unas horas después antes del impacto, toda corteza se volvería más dura, porque no habría grietas para dejar pasar lo que de algún modo debe irse. El error siempre estuvo, y con el error vino el poder. El poder de elegir, de sanar, de reconocer los espacios que queremos habitar. Y de recorrerlos. Porque las elecciones correctas sólo atraviesan la corteza cuando el sentimiento se vuelve permeable, y ahí nuestro interior sana.