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Mostrando las entradas de mayo, 2020

Atardecemos I

Ardiendo entre miradas No supe bien qué pasaba Estábamos haciendo poesía Tu boca se desató con la mía

De a ratos I

Una vez alguien me dijo que una buena forma de conectar con uno mismo es abstraerse de la realidad y hacer un recorrido mental de todas las partes de nuestro cuerpo, de abajo para arriba, de afuera para adentro. Nunca fui sinónimo de encierro. Cada tanto extraño escuchar mis sentimientos, hacerlos piel; porque escucharse también es aprender a irse. Aprender a irse es sentirse, es replegarse transeúnte. Aprender a irse también es aprender a volver. Aprendí a irme, y ahora no encuentro el encierro.

De a ratos

A veces me desvanezco entre pensamientos y permanezco ahí un tiempo, con la mirada perdida, fija en algún recuerdo que no me quiere dejar ir. No entiendo si es costumbre, si es rutina o si qué, pero lo cierto es que nos cuesta desapegarnos de algo que elige no estar más ahí. Si callo lo que pienso es porque ya lo pensé demasiado, y si escondo lo que callo es porque no llega a ningún lado. Me aferro al papel como si fuese aliado, como si fuese amigo. Entiendo que no me falta nada, y lo que me sobran son suspiros; son promesas, son expectativas, son ganas. Pero qué gano si ya no me da la gana. Escucharse también es aprender a irse de donde alguna vez encontramos paz. Aprender a irse es sentirse, es replegarse en pensamientos transeúntes e inmóviles a la vez. Aprender a irse también es aprender a volver.